Se considera que el inventor de la silla fue un escribano babilonio llamado EBih-Il, allá por el año 4.500 a. C. Debido a su profesión (escribir a mano textos y documentos), pasaba muchas horas sentado en el suelo, sobre una tabla.
Tuvo la genial idea de crear
un artilugio en el que apoyar el peso del cuerpo. Para ello le colocó
cuatro patas de madera a aquella tabla, levantándola del suelo. De este modo había
nacido la silla, uno de los mejores inventos de la historia de la humanidad.
A lo largo de la historia las sillas empezaron siendo más bien taburetes y con el paso de los siglos fueron ganando elementos (brazos, respaldos…) y, con ellos, comodidad.
Pero cuando quien os habla de sillas es un médico, escribiendo sobre “Historias de la Medicina”, se refiere fundamentalmente a dos cuestiones:
1/ A la silla de Gregorio
Marañón, quien la consideraba el mayor avance médico, por cuanto servía
para sentarse, nada menos que a escuchar al paciente. (De esto, ya tuvimos ocasión de hablar
en algún capítulo anterior).
-. representando a una mujer con un recién nacido,
-. a la diosa Hathor, a quien se encomendaban las parturientas,
-. y el nombre de la propietaria, en este caso, la mujer del gobernador del lugar.
La silla del parto fue, como no, evolucionando y mucho, a lo largo de los siglos, hasta las sofisticadas formas que pueden verse hoy, en nuestras clínicas y hospitales.
En la imagen podemos ver un curioso modelo, adaptado a la necesidad de un lógico desplazamiento, de casa en casa.
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