Podría pensarse que esta ley también es válida para las teleconsultas, que en una buena medida acaparan la actual dinámica de trabajo de nuestros centros de salud: acabaron surgiendo los defectos de aquello que, como la seguridad o la accesibilidad y a priori, comenzaría pareciendo una virtud.
Sirvan estos ejemplos, traídos desde situaciones que viví en estos días, para ilustrar cuánto os digo...
Eran las 20:50, me quedaban algunas llamadas por hacer para culminar una dura jornada de trabajo, excedida en todos los sentidos, puede que una de las más duras de los 10 meses que llevamos soportando esta pandemia... Había empezado 45 minutos antes de mi hora oficial de entrada y esperaba poder marcharme pronto a casa ya que, debo recordarlo, cerramos el centro a las 21:00, y no quisiera terminar más tarde...
En las observaciones de una de esas llamadas podía leerse: “Muy urgente, tiene que hablar con un médico esta misma noche, sobre una duda con un medicamento”...
Al día siguiente otro paciente, de la misma manera, con igual retraso e idéntica urgencia, solicitaba le llamásemos para confirmarle si el especialista del hospital, a cuya consulta había acudido a lo largo del dia, le había recetado una medicación...
-. Si, si, en efecto, descuide, se la han recetado hoy... Pero para esto no es necesario que llame Ud. al centro de salud; tenemos demasiadas consultas... El Coronavirus ha supuesto una sobrecarga aún mayor de la que ya teníamos antes de su aparición... Por favor, para una próxima ocasión, recuerde que estás dudas las puede Ud. resolver en su farmacia...
Algún paciente hay que vuelve a llamar al día siguiente, para decirme que aún no se ha curado con el tratamiento que le prescribí, el día anterior, aún a sabiendas de que insistí en que debía tomarlo durante un tiempo no inferior a una semana...
Tampoco es infrecuente que algún paciente consulte dos veces en un mismo día, incluso puedo recordar a alguno que llegó a solicitar tres, con argumentos como: “Se le ha olvidado decirte una cosa” o como “Tiene otra duda” o simplemente un “Que le llames otra vez”...
Son ejemplos, de entre los tantos que me han sucedido desde los inicios de la Pandemia, que me hacen reflexionar, desde los posos de una cierta tristeza, que sea probable que, de la anterior MacDonalización de la Medicina, estemos pasando a una etapa aún peor, si cabe: la de pensar que con el simple chasquido de una llamada, tenemos acceso a un “médico-exprés”, a todas horas y para cualquier cosa.
Un médico, por cierto, para cuya demanda no se establece límite alguno...
Ya me oprimía la anterior etapa pero esta... ¡Esta ya no quisiera conocerla!