En otras ocasiones, ya hemos hablado de la vinculación de la serpiente con la regeneración, la sanación y, en general, con el mundo de la medicina. Recordemos, en ese sentido, al ofidio ascendiendo, serpenteante, a lo largo de la vara de Asclepio (dios griego de la medicina), o vertiendo su veneno en la copa de Higía (diosa griega de la farmacia)…
A la hora de combatir a la hipertensión arterial, el enalapril (Acetensil) es el fármaco más utilizado en el mundo. Por otra parte, si tenemos en cuenta que la hipertensión es una de las enfermedades más prevalentes en nuestra sociedad, llegaríamos a la innegable conclusión de situar al enalapril en el top ten de los fármacos más consumidos del planeta. Este remedio pertenece al grupo de los IECAS, esto es: al de los Inhibidores del Enzima Convertidor de la Angiotensina, mecanismo a través del cual lograría su cometido: el de reducir la tensión en el interior de nuestras arterias.
Para concluir con la relación, referiré que debemos este grupo de antihipertensivos a una víbora: la yararaca perezosa de Brasil (Bothrops jararacá), especie endémica en Sudamérica, causante de una buena parte de las mordeduras de serpiente que ocurren en esta región.
La Yararaca usa su veneno para hacer que su presa pierda el conocimiento a través de una bajada de presión arterial, pero también por sangrados, síntomas, ambos, potencialmente mortales. Las tribus locales vinieron usando su veneno en las puntas de sus flechas, para la caza.
En base a esta sabiduría local, los científicos investigaron el veneno y descubrieron un compuesto de interés, el captopril (1974). Poco después, una empresa conocida como Bristol-Myers Squibb lo usó y patentó como propio, no tardando en descubrirse nuevos IECAs, derivados de aquél, como el enalapril, con el que arrancábamos esta historia, el lisinopril, el ramipril o el perindopril.
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