miércoles, 3 de septiembre de 2025

Charlatanes, orígenes

 


Uds. recordarán a aquellos charlatanes que viajaban, por feriales y pueblos, vendiendo sus embotellados remedios  milagrosos, para casi todo.  

Solían llevar el nombre de su creador/vendedor: algo así como "El Elixir del Dr. Smith", o "La Cataplasma de Sor María"... 

Eran habituales de las películas del Oeste, aunque pudimos verlos en otros géneros de largometrajes, como el de "El Médico", basado en la novela de Noah Gordon, lo que nos hace pensar que comenzaron muchos siglos antes, ya en la edad media. 

Particularmente representativo del oficio, que puede considerarse como el embrión de los actuales visitadores de la Industria Farmacéutica, aunque muy mejorado y profesionalizado con el paso del tiempo, tanto en las formas como en el contenido, fue Clark Stanley, quien se hacía llamar Snake Oil King (aceite de serpiente).  

Clark viajaba sobre su carromato, proclamando, con su carisma de vendedor nato, haber aprendido los secretos curativos del aceite de serpiente de los curanderos Hopi. 

Un aceite que, como todo aquello que no sirve para nada, prometía curarlo todo. Lo vendía en pequeños frascos, aunque a precios no tan pequeños, acompañándose de un discurso lleno de misterio, ciencia ficción y promesas vanas. 

En 1916, la oficina de Química, precursora de la FDA, analizó el aceite comprobando que no había ni una sola gota de lo que el Sr. Stanley anunciaba, tan sólo unos ingredientes comunes a todos los linimentos y ungüentos, aunque en nada milagrosos. 

Nuestro hombre fue multado con 20 dólares (equivalentes a 450 de hoy), desplomándose su reputación, aunque algo quedó desde entonces: la expresión "aceite de serpiente" sigue usándose en América, para designar a los charlatanes, así como a las falsas promesas disfrazadas de curación.

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Vean la imagen que lleva esta frase a las promesas del actual presidente de EEUU, Donald Trump.



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