domingo, 19 de febrero de 2012

Después de Pilatos

-Higiene-

A Ignaz Phillip Semmelweis debemos uno de los más grandes descubrimientos del mundo de la Medicina, que lo sería por su incuestionable eficacia, que no por su complejidad.

Semmelweis nació en la ciudad de Buda, hoy integrada en la capital de Hungría, en el año 1818. Al poco de licenciarse inició su trabajo en la maternidad del Hospital General de Viena, adónde no tardó en reparar que las parturientas atendidas por los estudiantes tenían una tasa de mortalidad 10 veces mayor que aquellas que habían sido asistidas por las parteras.  La causa de la muerte siempre era infecciosa: la fiebre puerperal.

El que los estudiantes que atendían a los partos viniesen, las más de las veces, desde la sala de autopsias, le llevó a pensar que probablemente ambas cosas estuviesen relacionadas, por lo que colocó una palangana de agua clorada a las puertas del paritorio, imponiendo el lavado de manos previo al acceso.

Sus concluyentes datos fueron publicados en 1.861 bajo el título:
"De la etiología, el concepto y la profilaxis de la fiebre puerperal".

Pese a la eficacia y simplicidad de la medida hubieron de pasar muchos años hasta que la comunidad científica acabase aceptando las conclusiones de sus hallazgos: que un simple lavado de manos podría evitar una mortal infección. Antes de esto Semmelweis fue atacado, marginado y subestimado por sus colegas quienes lo consideraron un demente. Murió a los 50 años en el manicomio de Viena, ahogado por la conjura de tanto necio.

Fueron necesarios los hallazgos de Louis Pasteur y de Robert Koch, pocos años después y sobre la naturaleza de los procesos infecciosos, para consagrar y entender los anticipados postulados de Semmelweis.



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