Básicamente consistía en realizar uno o más agujeros en el cráneo, con un material que ya suponemos rudimentario, como las piedras pulidas. Curiosamente, los huesos que con mayor frecuencia fueron trepanados serían los temporales y el occipital, no implicándose casi nunca a los parietales.
Un buen número de los pacientes sometidos a estas prácticas consiguieron sobrevivir, a juzgar por las cicatrices encontradas en los cráneos, aunque la pregunta es: ¿Con qué finalidad se hacían las trepanaciones?...
La respuesta viene del lado de los aspectos mágico-religiosos, pues se suponía la invasión, de la cabeza del enfermo, por parte de espíritus malignos (lo que hoy, tras habernos civilizado, conocemos como epilepsias, migrañas y demás cefaleas, padecimientos psiquiátricos, etc... ).
Se pensaba que, únicamente a través de la trepanación, podría librarse al enfermo de tal dominación. De esta cirugía resultaba un fragmento óseo, al que hoy conocemos con el nombre de rondelle, que adquiría un gran valor como amuleto del que su propietario no se desprendería durante el resto de su vida y que, incluso, tras su fallecimiento, sería heredado por alguno de los miembros de su tribu.
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