lunes, 22 de mayo de 2023

Escorbuto: el primer ensayo clínico


Desde los primeros tiempos se supo que, navegando largas distancias, por dilatados periodos de tiempo, el escorbuto acababa siendo un inevitable invitado. Asimismo, se observó que las úlceras que les aparecían en las mucosas a los afectados, resultaban también frecuentes en las plazas sitiadas, durante las guerras...  

Ellas le prestaron el nombre a este mal, al que se le llamó scorbok "úlceras en la boca". Durante muchos años, fue considerado y tratado cual enfermedad contagiosa, con remedios de lo más curiosos, como: comer luciérnagas o helechos, beber café concentrado, etc...  

Hasta que en el siglo XVI, un agustino, fray Agustín Farfán, publicó un libro ensalzando las propiedades de los cítricos. En 1753 James Lind decidió hacer un riguroso estudio al respecto, tanto que, a su experimento, se le considera el primer ensayo médico de la historia de la Medicina. 

Estudió lo que les ocurría a doce enfermos de escorbuto, embarcados a bordo del Salisbury. Los síntomas eran claros: debilidad en las articulaciones, cansancio, úlceras en la boca, petequias (pequeñas hemorragias en la piel)... 

Tras someter a los doce marineros a idéntico régimen alimenticio, Lind los trató a pares: 
-. dos enfermos comieron diariamente un par de naranjas y un limón, aunque sólo lo hicieron durante seis días, al agotarse las reservas de cítricos del barco. 
-. a dos de ellos les dio un cuarto de galón de sidra, al día. 
-. los demás, de dos en dos, recibieron distintos tratamientos, a base de elixir de vitriolo, de vinagre, de cuartillos de agua de mar u otros... 

Al cabo de seis días, los dos enfermos que habían tomado cítricos mejoraron rápida y espectacularmente. Los demás marineros empeoraron, salvo los que habían tomado sidra, que también mejoraron un poco. 

Desde aquél estudio, en la Marina inglesa se hizo obligatorio el jugo de limón, que se tomaba concentrado, con una pequeña cantidad de aguardiente. El escorbuto dejaría entonces de ser una epidemia...  

Más tarde, en pleno siglo XX, el húngaro Albert Szent-Györgyi recibiría el Premio Nobel, por el descubrimiento de la vitamina C. 




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