La afirmación de que el futuro ya está aquí se renueva con cada una de nuestras inspiraciones, a cada latido, como si del galope desbocado de un caballo se tratase.
El pasado no existe más que en nuestros recuerdos y el presente, en el efímero instante en que deja de ser futuro, ya forma parte del pasado.
Sé que no es un gesto que a estas alturas deba ser considerado excepcional; la excepcionalidad reside en el hecho de que sea la primera vez que ocurre en mi consulta: el paciente no ha tirado de chuleta, ni depositó sobre la mesa los recortes de sus cajas de medicamentos; tampoco me ha dicho aquello de "ahí estará todo", con un gesto de cabeza hacia el monitor, mortificándome con la duda de pensar si mis predecesores lo habrían actualizado adecuadamente, o no...
Esta vez el paciente sacó su Smartphone. En un gesto que me pareció no estar exento de cierta magia, encendió la pantalla poniéndola ante mí...
El modo en el que pedimos o nos llegan determinadas pruebas complementarias; la forma en la que gritamos los nombres de nuestros pacientes, en la sala de espera; aquella con la que ellos siguen pidiéndonos sus medicaciones crónicas y la manera en que se las prescribimos... Da qué pensar: en un mundo de tan tecnificada cotidianidad, el despacho de un medico de familia sigue siendo, en cierta manera, un reducto de artesanía...
El modo en el que pedimos o nos llegan determinadas pruebas complementarias; la forma en la que gritamos los nombres de nuestros pacientes, en la sala de espera; aquella con la que ellos siguen pidiéndonos sus medicaciones crónicas y la manera en que se las prescribimos... Da qué pensar: en un mundo de tan tecnificada cotidianidad, el despacho de un medico de familia sigue siendo, en cierta manera, un reducto de artesanía...
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