viernes, 12 de noviembre de 2021

Una historia de la diabetes

 

A Georg Ebers, un médico alemán, le debemos el descubrimiento del documento que lleva su nombre, en una tienda de antigüedades de Luxor. En sus 21 metros de jeroglíficos, escritos mil quinientos años antes de Cristo, entre los centenares de enfermedades abordadas, podemos ver una de las primeras descripciones de la diabetes: según lo anotado los pacientes sufrían de una sed insaciable llegando a beber y orinar muchísimo. Los sacerdotes les recomendaban los habituales sacrificios y oración, además de comer grasa de ternera mezclada con sangre de hipopótamo, y esto sí que debía suponer un auténtico sacrificio… 

Más tarde, a los griegos, que describieron idénticos síntomas, les debemos dos nombres: 

1/Areteo nombró la dolencia con la palabra "Diabetes" que en griego quiere decir "cañería de desagüe". 

2/ Además, y esto es lo más importante, los griegos nos dejaron un “método” palabra que también proviene del griego: un método de observación y anotación, sin el cual la Ciencia y todos los avances que citamos a continuación, simplemente, no existirían.  

Pero es necesario volver a retrotraernos porque, antes que nosotros, las culturas orientales ya se habían ocupado del tema. Ahora sabemos que el dato más antiguo que se tiene sobre la diabetes se lo debemos a Susruta, un médico hindú quien, allá por el siglo V a.C., observó una enfermedad que consideró propia "de pacientes ricos", a quienes les aconsejaba una vida ascética, dedicada a la oración, y una dieta más bien carencial… Por aquel entonces, algunos médicos chinos observaron que la orina de los diabéticos, por ser dulce, atraía a moscas y hormigas…  

En la Edad Media, los sabios europeos describieron el mal con la expresión greco latina "diabetes mellitus" o "diabetes dulce como la miel". Iban por buen camino en su diagnóstico, aunque no con sus pacientes, que seguían muriendo jóvenes, sin un tratamiento para aliviarles.  

En el siglo XVI Paracelso, profesor de la Universidad de Basilea (Suiza), creó la "medicina de los específicos", oponiéndose a la de la "panacea universal" y defendiendo su convicción de que cada enfermedad debe ser tratada con su tratamiento específico, al no existir un remedio único que sirviese para todo… Paracelso puso a hervir la orina de un diabético, que fue tomando consistencia de jarabe y dejando un polvo blanco en el recipiente. El problema de Paracelso fue que no llegase a probar este polvo y que, desconociendo su sabor, creyese que era sal, una sal con la que justificó la sed y la frecuencia miccional del enfermo… Con este error, el de confundir el azúcar con la sal, la ciencia quedó atascada unos cuantos siglos más... 

En tiempos más modernos, será el doctor Thomas Willis, quién tendrá la ocurrencia de humedecer uno de sus dedos con la orina de un diabético para probar su sabor. Con este poco higiénico método llega a establecer dos tipos de diabetes: una, cuya orina es dulce y a la que cuadra muy bien el apellido "mellitus", y otra sosa, o “insípida”... Ambas son afecciones totalmente distintas. 

Llegamos al siglo XIX sin hallar un remedio. Pero ahora, poco a poco, la medicina se va orientando hacia la experimentación: el doctor Claude Bernard descubre que las féculas y azúcares que tomamos con nuestro alimento diario, se transforman en glucosa (azúcar), que se deposita en el hígado en forma de glucógeno… 

Paralelamente, al patólogo y analista alemán Paul Langerhans (1847- 1888), le debemos el descubrimiento de los islotes, bautizados con su nombre, responsables de la fabricación de la así llamada "insulina" (insulina viene de ínsula, esto es: isla o islote). 

En 1889, dos fisiólogos de la Universidad de Estrasburgo, observaron que el animal, al que previamente habían extirpado el páncreas, tenía mucha sed y orinaba mucho, una orina que atraía a gran cantidad de moscas. Analizada la orina hallaron ¡azúcar!... Hecha la misma operación, con distinto animales, los resultados fueron los mismos, por lo que se empezó a pensar que en el páncreas estaba la clave de la enfermedad… El descubrimiento fue fruto de la serendipia y sería posteriormente confirmado en no pocos estudios en el mundo. Según esto, sólo había que administrar extracto de páncreas y el enfermo sanaría… Así produjeron increíbles preparados con páncreas de diversos animales, que suministraban al enfermo, de todas las formas posibles. Los resultados fueron desastrosos. No era el páncreas la solución: era necesario sintetizar la hormona que éste producía. 

Por fin, en 1922, Frederick Banting y Charles Best lograron filtrar la hormona -una insulina turbia, pero insulina, al fin y al cabo- que sirvió para aliviar a un doctor diabético que se había ofrecido de conejillo de indias. En 1923 estos científicos recibieron el Premio Nobel de Medicina.  

La investigación no terminó con la fabricación de insulina, al contrario, comenzó a acelerarse. Se siguió -y se sigue- trabajando para mejorar el tratamiento. Vendrían años frenéticos: 
-. 1926: se logra una insulina pura, de aspecto crista-lino.  
-. Una década después, se obtiene la de absorción lenta (retardada básica), que facilitará la regulación de la glucosa durante las 24 horas del día… 

Hace apenas 75 años que la insulina era un líquido lleno de impurezas. Se inyectaba con imperfectas jeringas de vidrio, en dosis aproximadas. Las agujas eran enormes. Era necesario hervirlo todo antes de cada uso. Al final, el pensar en salir con semejante laboratorio a cuestas, era todo un reto… Y la esperanza de vida tampoco era para tirar cohetes. Hasta hace relativamente poco el pronóstico para estos enfermos era lapidario: los más no pasarían de los treinta años de vida. Hasta entonces, la diabetes era una enfermedad terrible y mortal. ¡Y ojo! Que todavía puede serlo, si el paciente no se controla. 

Hoy si se cuidan, los diabéticos vivirán tanto o más como cualquier otra persona, y con calidad...  
-. Las jeringas de vidrio pasaron a ser de plástico desechable.  
-. Y no hablemos de lo que se redujo el diámetro de las agujas, actualmente indoloras. 
-. El también fantástico lápiz o "pen" para transportar y administrar fácilmente insulina, apareció en el mercado en 1989.  
-. Avanzamos de la inexacta medición de glucosa en la orina con cintas de papel, a modernas máquinas para medir la glucemia con exactitud.  
-. En poco más de una década, se ganó en independencia, y hoy los diabéticos van, adonde buenamente les apetezca, con un verdadero laboratorio en el bolsillo. 

14/Noviembre 2021 
Día Mundial de la Diabetes 
Centenario de la Insulina

 


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