lunes, 30 de septiembre de 2013

Nacimiento velado



En un nacimiento lo más habitual es que se rompa la bolsa de líquido amniótico horas antes, en lo que todos conocemos como "rotura de aguas", pero hay ocasiones -son muy pocas- en las que el niño nace con las membranas íntegras y rodeado por lo que se ha dado en llamar con el precioso apelativo de "velo del nacimiento". Algunas veces, aunque también resultan espectaculares, tan solo se trata de grandes restos de membrana adheridos a su piel, adoptando la forma de un velo o de una diadema.

Hasta cierto punto es lógico pensar que en la antigüedad, el fenómeno del velo amniótico se explicara recurriendo a todo tipo de supersticiones basadas, las más de las veces, en la certeza de que el velado resultaría ser muy afortunado. De tal manera se creía en este destino que algunos individuos recibieron, ya desde el bautismo, un nombre relacionado con su distinguido nacimiento, como en el caso del emperador romano Antonius Diadomenianus (siglo III), aunque dicho sea y al pasar, que este Caesar no tuvo precisamente una existencia muy gozosa, pues murió asesinado siendo aún muy joven.

El velo constituyó siempre una fuente de inspiración mágica, suscitando todo tipo de creencias y rituales. Sirva como ejemplo la Amniomancia, que así se llamó al intento de leer el destino en el aspecto o color del líquido amniótico; hubo incluso quienes llegaron a bautizar al velo, además de a su hijo; o quienes lo guardaron y utilizaron para fabricar toda una suerte de elixires o de pócimas mágicas.



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