Esta es la casa del médico de mi pueblo, aquél a cuya consulta me llevaban las amigdalitis y gastroenteritis de mi infancia.
Compartía con otro médico el cuidado de la salud de un municipio de poco más de 3.000 habitantes.
Se puede decir que ambos fueron dos excelentes médicos rurales, dados el momento y las circunstancias.
Las preguntas son para quienes, desde entonces, han tenido la responsabilidad de velar por los intereses de nuestro colectivo (sindicatos, colegios, políticos...).
¿Qué ha ocurrido?.
¿Hicieron cuanto habían de hacer?.
¿Como explicar tanta pérdida en el poder adquisitivo y tantas otras cosas?.
La mayoría de los que actualmente ejercemos esta vocación/trabajo no podríamos tener una casa así más que en los más profundos de nuestros sueños. (Y no es que la quiera, es mero simbolismo).
Al contrario de lo que cabría esperar de tal deterioro, el acceso al estudio de nuestra profesión se hizo más complejo en las últimas décadas, mucho más selectivo; hoy sólo lo vienen consiguiendo quienes obtienen sobresalientes en todas las asignaturas de la enseñanza secundaria. También ha aumentado muy mucho el número de años necesarios para completarlos: de seis años de estudios se ha pasado a los casi 11 actuales, necesarios para ejercer en la sanidad pública...
Han bastado 3 décadas para duplicar las exigencias y reducir las percepciones ¿a la mitad?...
Fuimos demasiado ingenuos al pensar que aquel "No descansaré hasta conseguir que el médico lleve alpargatas", de Alfonso Guerra, se quedaría en mera frase hecha.
Los políticos han pasado sobre nuestra forma de vida como lo haría el caballo de Atila... Nosotros hemos planteado la misma resistencia que al caballo le opondría una brizna de hierba. Nunca mereceremos aquello por lo que no hemos luchado.
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