Hemos avanzado mucho en esto de la educación sanitaria, aunque aún están lejos los horizontes que deberíamos tener fijados como objetivos. En lo específicamente referido a educación sexual, puede que el avance experimentado fuese mayor, por el interés que el tema despierta en las nuevas partidas de adolescentes que configuran el recambio generacional. No obstante, con cierta frecuencia soy testigo de episodios que, cuando menos, le añaden a mi valoración un par de signos de interrogación.
Nuestro país se hizo cosmopolita en las últimas décadas y tal amalgama cultural crea situaciones que se desvían muy mucho de la media que podríamos haber ido consiguiendo, en este sentido...
Hace poco me consultaba una pareja norteafricana; el motivo: tras una relación sexual el preservativo "se había quedado dentro". Mientras intentaba entender lo que me comentaron, en su poco fluido castellano, la mujer continuó hablando y refirió que sentía un nudo, una opresión laríngea ó retroesternal (el territorio que delimitaba no era muy preciso).
-. Vayamos por partes, vamos a centrarnos en el tema del preservativo, y después nos ocuparemos de este otro problema....-les dije.
Pero insistieron en explicaciones que me hicieron entender -finalmente- que lo que estaban pensando y el motivo de su preocupación era la posibilidad de que el preservativo que "se había quedado dentro" de la vagina, pudiera haber viajado, vía ascendente, hasta la parte superior del pecho, o la garganta...
En otra ocasión, también reciente, una oronda mujer africana vino a exponerme sus pretensiones: tenía que viajar a África en las próximas semanas, adónde se casaría. Por motivos que supongo relacionados con la legislación vigente en el terreno de la Inmigración, quería volver a España después, pero embarazada, por lo que me solicitaba algún tratamiento que asegurase tal culminación. Las dificultades que planteaba la conversación, mi escaso dominio de los idiomas de su país natal y su no muy superior conocimiento del mío, me llevaron a recomendarle Acido Fólico, con el deseo de que todo lo demás: el marido, su fe y el efecto placebo, cumpliese su cometido...
Y no quisiera olvidarme de aquella otra anécdota, que no me ocurrió a mí sino a un compañero del Centro: la de un señor que se empeñaba en que le colocasen "un DIU de esos" no sin cierta vehemencia, porque no quería que su esposa tuviese más hijos.
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