La tragicomedia de la vida se asoma a la consulta como a uno de sus mejores escenarios: allí, en una misma tarde, los dramas alcanzan a ser tan tristes, como simpáticas las anécdotas. Y es que algunas de las que nos refieren los pacientes rozan la posibilidad de rivalizar con los mejores monólogos de un Club de la Comedia...
La paciente de la que hoy os cuento pasó la COVID hace algunos meses... Desde entonces viene padeciendo una anosmia, esto es, una ausencia de olfato, que resultaría ciertamente selectiva, según ella misma nos refiere:
-. Sólo percibo los buenos olores, doctor: perfumes, fragancias, etc… ¡¡¡Las ventosidades, por ejemplo, no las huelo!!!… En principio esto podría parecer una ventaja, aunque la verdad: sientes que te falta algo…
-. Comprendo, María…
-. Hasta el otro día cuando fui al baño y, al terminar, no pude por menos que gritar triunfante: “¡¡¡Luis!!!! ¡¡¡Que acabo de hacer de vientre y me huele!!!”... A lo que el estúpido de mi marido, que no merece otro calificativo, repuso: “¿Y que sugieres que hagamos, María? ¿Una fiesta?”
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