viernes, 23 de diciembre de 2022

El tiempo, de nuevo...



Acompañaba esa mañana a mi amigo Manuel, quien iba a recoger unos medicamentos en la farmacia. Mientras nos poníamos a la cola:
-. ¿Qué?, ¿Seguís con la huelga entonces?
-. Si, claro: las negociaciones están estancadas, por el momento no avanzamos. Hasta el 11 de enero hemos acordado una tregua.
-. Pero ¿qué es lo que reivindicáis, exactamente?
-. Pues una mejora de las condiciones laborales, que hagan más atractiva la práctica de la atención primaria en Madrid, que nos estamos quedando sin médicos de Familia. Una de las cosas que reivindicamos, con mayor énfasis, es el disponer de un tiempo suficiente por cada consulta, un tiempo que nos permita atender al paciente con la calidad que requiere y merece…
-. Madre, ¡esta cola no avanza nada…!
-. Aquí tienes un ejemplo, mira: al paciente al que están atendiendo ahora, en el mostrador de la farmacia, antes de venir aquí estuvo en la consulta del médico:
a/ quien le interrogó acerca de sus dolencias.
b/ le exploró, desnudándole previamente.
c/ estudió su historia clínica para conocer sus antecedentes y no caer en el error de recomendarle algo inadecuado.
d/ le prescribió su tratamiento.
e/ es probable que le diese una baja, justificando unos días de ausencia laboral.
f/ probablemente le pidiese alguna prueba complementaria (rx, ekg, analítica…).
g/ es probable que también lo citase para otro día, y así poder comprobar su evolución.
 
Pues bien, el médico disponía de seis minutos, como máximo, para hacer todo esto. Y mira, que puedes comprobarlo ahora, el farmacéutico lleva cerca de 15 minutos, los que por ahora está necesitando y únicamente para despacharle tres cajas, a las que previamente debe recortarles el código de barras.
 
Para el médico la dificultad, el trabajo y la responsabilidad… A cambio también tiene el estrés de la falta de tiempo (máximo seis minutos).
 
Sin embargo, al farmacéutico le dan mucho más tiempo, y por supuesto: una retribución y unas condiciones laborales considerablemente mejores.
 
Lo público tiene sus inconvenientes, sobre todo porque puede suponer una explotación de quienes lo trabajan. Y es que un sistema como el que actualmente nos rige, no nos lleva a ver al enfermo como a un ente que sufre, sino a simplificarlo desde el destajo de un trabajo mecanizado.




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