La evolución a la que nos empuja la tecnología trae consigo su correspondiente dosis de evidente progreso, aunque en el lado negativo también se consigan otras cosas, como la deshumanización.
A la izquierda podemos ver el póster de la enfermera que rogaba silencio en las salas de espera de nuestra más tierna infancia. Hoy es un sensor quien ocupa su lugar, un aparato con el que ganamos en interactividad, por cuanto nos avisa del nivel de ruido, recurriendo a señales visuales y acústicas cuando éste es excesivo, aunque perdemos lo que de entrañable y serena tenía la figura de la profesional.
En cualquier caso la técnica aún tendrá que prosperar un tanto: los sensores se disparan con cada golpe de tos que, ya lo entenderéis, no son infrecuentes como tampoco evitables en la sala de espera de un hospital.
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