Esta foto, que hice hace algunas semanas con ocasión del paseo por una ciudad centroeuropea, bien nos servirá a la hora de ilustrar el tema que quiero abordar en este post: el de la trata de niños.
La venta de niños existió en todo momento, a lo largo y ancho de la historia de la humanidad, vinculándose siempre a la pobreza de las familias y a la mayor o menor miseria del momento económico.
Las excusas con las que pretendieron justificarla fueron:
-. Disminuir los gastos de una familia que pasaba a tener una boca menos que alimentar y que por lo general, recibía también alguna cantidad con la que cubrir sus muchos baches y necesidades... Con frecuencia quien vendía a la criatura era una madre soltera.
-. Asegurarse de que el hijo que se entregaba tendría acceso a las ventajas derivadas de una vida más cómoda (alimentación, educación, etc...).
En nuestros días, sin haber dejado de ser así, las mafias llegaron para quedarse y complicar el asunto... La trata de niños -hoy se trata de un fenómeno global- tiene imbricaciones con la prostitución y el tráfico de órganos, entre otras "lindezas", lo que acentúa su ya destacada carga delictiva, convirtiéndose el tema en una de las más graves violaciones de los derechos humanos.
Su naturaleza invisible y clandestina, y la falta de una sólida recopilación de datos hacen que sea muy difícil conocer el número de víctimas infantiles a escala mundial, sin embargo se aproxima que el número de niños afectados, cada año, estaría en torno a 1,2 millones.
La Convención sobre los Derechos del Niño (1989) pide a los Estados Partes que tomen "todas las medidas de carácter nacional, bilateral y multilateral que sean necesarias para impedir el secuestro, la venta o la trata de niños para cualquier fin o en cualquier forma" (Art. 35) y para "promover la recuperación física y psicologica y la reintegración social de todo niño víctima" (Art. 39).
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