Esta es una de esas cosas que alegran y humanizan las consultas, tan condicionadas por el imperativo que la presión asistencial ejerce, sobre los escasos 5 minutos que tenemos por paciente.
Antonio acude eventual y periódicamente a visitarme... En cada visita se empeña en pagarme con la declamación de una de las poesías de su repertorio. Si se emociona serán dos, y puede que hasta llegue la tercera, desde la puerta entreabierta de su despedida.
Las recita desde la memoria, ya que nunca le vi leer nada previamente escrito. Las expone con el alma, volcando la oportuna dosis de sentimientos en cada verso.
El otro día le pedí permiso para grabarlo y compartirlo. Accedió encantado.
¡Muchas gracias, Antonio!
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