Ya hemos escrito sobre la persona de San Roque y de como antaño los creyentes se acordaban de él con ocasión de cada epidemia... (Recordar el post anterior).
Roque nació en la ciudad francesa de Montpelier, en pleno siglo XIV, dedicando parte de su vida a ayudar a los afectados por la Peste Negra, que en aquél entonces asoló y diezmó a la población del viejo continente...
Se dice que el buen Roque acabó contrayendo la enfermedad, motivo por el que se aisló en una cueva, para no poner en peligro a quienes lo rodeaban...
Un milagroso perro, de nombre Melampo, comenzaría a visitarlo periódicamente, llevarle pan y lamerle las heridas, por lo que nuestro santo comenzó recuperando las fuerzas para acabar sanando.
Hasta aquí la historia de San Roque, del que probablemente conociésemos la estrofa de una famosa canción infantil, que se acomodó en trabalenguas:
"El perro de San Roque
No tiene Rabo,
porque Ramón Ramírez
se lo ha cortado".
En conexión con esta estrofa una leyenda cuenta que, algunos siglos después de su muerte y coincidiendo con una nueva epidemia de peste, un curandero ofrecería un remedio que contaba, entre sus ingredientes, con ralladura de la estatua del perro de San Roque, por cuya acogida y éxito acabó desapareciéndole el rabo a la estatua del animal,
Esta anécdota sucedía en la iglesia de la glorieta de los Cuatro Vientos, a la entrada de la ciudad de Cádiz...
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