La Ley Antitabaco entró en vigor el pasado día 2 de enero. ¿Qué ha pasado en todo ese tiempo?... ¿Qué he vivido desde mi prisma de médico, de consumidor o el de integrante de una determinada realidad y/o momento social?:
1.- He dejado de fumar. Me lo plantee el pasado día 10 de enero, empujado por invitaciones que provenían de muy diferentes frentes: médico, económico y, como no admitirlo también: por la práctica imposibilidad de hacerlo cuando trabajas en un Centro Sanitario... Con la nueva Ley no bastaría con salir del Centro, era necesario -además- alejarse del mismo, y esto, en el entorno de la brutal presión asistencial a la que nos vemos enfrentados cada día, constituía un imposible.
2.- Conmigo han dejado de fumar un número muy superior de pacientes del que cabría esperar en 40 días: desde principios de año e imagino que animados por circunstancias parecidas a las mías, una veintena de pacientes expresaron su deseo de abandonar el tabaco y la necesidad de mi orientación. ¡Desde aquí les animo a seguir en el empeño de coronar el abandono con éxito!.
Ahora bien, y a pesar de cuanto he expresado hasta el momento, no dejo de pensar que:
3.- El actual no constituía el marco más adecuado para la imposición de tales restricciones: los establecimientos de hostelería, asfixiados por la crisis, se han resentido de la inoportunidad de una ley que llegó bajo la forma de nuevas e importante mermas en sus -ya de por sí- maltrechos ingresos.
4.- El ejercer la contradicción de prohibir, aumentando los puntos de recaudación y dejando a los usuarios en el desamparo de verse solos ante el esfuerzo, o ante el desembolso que supone afrontar la deshabituación, es más propio de un desgobierno -Central ó Autonómico- que de cualquier otra forma de denominar una gestión...
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