miércoles, 10 de octubre de 2012

Contra la vejez, viruelas




"A la vejez, viruelas...". Hace unos meses escribíamos sobre esta frase. Hoy recordamos que la viruela era una enfermedad vírica (Variola Virus) y contagiosa que afectaba fundamentalmente a niños y adolescentes, y que una vez curada podía dejar cicatrices indelebles. 

Al ser una enfermedad que afectaba muy excepcionalmente a los ancianos, la frase se refiere a quienes en edades maduras emprenden o adoptan actitudes que no son de su edad, sino más propias de la juventud. Supone, por otra parte, el título de una comedia escrita en 1.817 por D. Manuel Bretón de los Herreros, que narra las vicisitudes de una pareja de viejos enamorados.

Pero lo que hoy nos lleva a escribir una segunda parte sobre el tema es la fatídica posibilidad, que Dios no lo quiera, de que precisamente por culpa de esta enfermedad que recordamos de los anales de nuestra Historia de la Medicina, podríamos no llegar a viejos, y permítaseme explicarme...

Debemos la vacuna, que acabaría con la propagación del problema, al científico Edward Jenner, quien obteniendo el virus de las lesiones de la mano de una anciana granjera infectada, se lo inoculó experimentalmente a un niño de ocho años, provocándole la enfermedad. Por eso, y aunque con métodos y formas que hoy no hubieran pasado el filtro de la ética científica, Jenner llegaría a ser una de las personas más importantes del Universo de la Historia de la Medicina.

El 8 de mayo de 1.980 la XXXIII Asamblea de la OMS aceptó la certificación de la erradicación mundial de la enfermedad, aunque siguen existiendo cepas del virus custodiadas en laboratorios de Atlanta (USA) y Moscú (si no más y que sepamos), que deberían ser destruidas porque en ningún caso se justifica el empeño de éstas superpotencias en guardarlas, o cuando menos no sería un interés noble, como tampoco lícito: hay que recordar que ya no resultan necesarias para la fabricación de vacunas, que se obtienen por otras vías, y que suponen un enorme peligro potencial (guerra biológica), en tanto en cuanto la humanidad ya no tiene inmunidad (defensas), ni memoria genética contra esta enfermedad.

De hecho, el último fallecimiento que se le atribuye fue el de la fotógrafo Janet Parker, en el año 1.978, y que se debió precisamente a un accidente durante la manipulación del virus, en un laboratorio de Gran Bretaña.



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