martes, 11 de septiembre de 2012

Mi carro... Me lo robaron

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Los carros que pueden verse, por cierto que por cientos, recorriendo las distintas dependencias de la inmensa explanada de Lourdes, contribuyen a poner de manifiesto que la fe, esa poderosa energía sobrenatural que llegado el caso es capaz de mover montañas, no alcanza a hacerlo con unos enfermos que para su desplazamiento habrán de ser acomodados en estos medios, de los que un mozo debe tirar o empujar...


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Son curiosas sillas de ruedas pensadas para ser desplazadas por tracción, auténticos emblemas de la tradición de tan sacro lugar, que cuentan con una característica capota para los días de lluvia o de sofocante sol, siendo muy habituales ambas circunstancias en la casuistica meteorológica propia de estas latitudes.

Algunas de estas sillas han sido galardonadas con el reconocimiento explícito de enfermos que, habiéndose visto  favorecidos por alguna Gracia Divina, deciden hacer público su agradecimiento mediante una plaquita, a los pies del vehículo que les transportó durante sus horas o días de estancia en éste pueblo del sur de Francia.

Por lo demás, un más de lo mismo propio de éstos lugares de culto en los que todo huele a podrido... Negocian con los aparcamientos, con el agua, con las velas... Y todo a precios de escandaloso robo...



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