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La pareja de viejitos entraba a la consulta arrastrando sus pasos, con las carencias de dinamismo y de prisas que caracterizan sus años... Yo me encontraba junto a la puerta, en cortés actitud de espera y para cerrar tras ellos.
Al pasar junto a mí, al verme, ella exclamó:
-. Uys Ángel! Menuda suerte has tenido! Este es el Doctor que me atendió a mí el año pasado!... Ya verás qué gran profesional! Qué buen médico! Y qué amable y educado es!
Fue un momento que me resultó propicio para recordar aquella sentencia castellana que muy acertadamente aconseja: "Nunca interrumpas cuando hablen bien de ti"...
Tras atender a Ángel, analizar los resultados de su analítica e instaurar el oportuno tratamiento, ella se levantó, fue hacia mí y estrechándome efusivamente la mano, dijo mientras la besaba:
-. Ves Ángel?... Qué te había dicho?... Qué bien te ha atendido! Qué gran Médico! Si es que yo tenía que haberme dedicado a la Psicología!... Porque además: jamás olvido una cara!... Gracias, muchísimas gracias Doctor!...
Me quedé con esa cara de alelado propia de la reflexión que origina la duda, la duda acerca de la conveniencia de aclarar que apenas llevaba unas semanas trabajando en aquél Centro de Salud y que nunca antes lo había hecho en aquella ciudad... ó bien dejarlo estar...
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