Es harto sabido que determinadas zonas de nuestra anatomía, quizá porque siempre fueron un tanto "innombrables", acabaron llamándose de mil y un modos.
En cualquier caso se trata de lugares que, por constituir común asiento de patologías, protagonizan las consultas con relativa frecuencia: y a eso precisamente quiero referirme hoy, a la forma en la que se mencionan nuestras partes más íntimas en las visitas al médico.
1 -. La mayoría de las veces no se citan: se da por supuesto que al no mencionar el lugar, se adivinará la ubicación del problema:
"Tengo picores...",
"Creo que tengo hongos"..., etc...
2 -. Alguna vez, y quizá por no haberse pronunciado lo anterior con el indicado tono de misterio, se precisan matizaciones en la ubicación:
"Pero dónde?"
"¡Allá abajo!"... (Este allá abajo suele pronunciarse en el tono propio de: "pero si es evidente! ¿Como es que no lo deduce Ud?")
3.- No faltan aquellos que, en un intento de ayudar o de parecer versados, acaban cruzando de largo algún que otro pueblo:
"Me pica el cervix"
4.- No debemos olvidar a los finos: los que se refieren a su cosita
5.- Los que lo son menos suelen recurrir a:
"Cipote", "Ciruelo"...
O como aquél: "Me pica el chichi... Es un picor que... no sé... como que cuando me rasco me da gustirrinín... En fin, ¡no sé si me explico!"
6.- Alguna vez, y tras la exploración, pude escuchar un:
"¿Qué?, ¿como está el pescado?"
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