Lamentablemente, el fármaco resultó ser teratogénico, produciendo gravísimas malformaciones congénitas, de entre las que cabe destacar las focomielias (carencia o excesiva cortedad de las extremidades).
Lo ocurrido con este producto fue tan impactante, que, en Medicina, puede afirmarse que hubo un antes y un después de la Talidomida, y puede asegurarse esto por dos motivos:
-. porque desde la Talidomida, la investigación del manejo y la seguridad en el uso de medicamentos, durante el embarazo, se intensificó significativamente.
-. al ser la Talidomida un fármaco con dos enantiómeros y ser su forma S la que produjo tan desgraciados secundarismos, el asunto despertó el interés por estudiar los isómeros de los fármacos.
Poco a poco la Talidomida fue desapareciendo de las distintas farmacopeas internacionales siendo nuestro país, ¿cómo no?, uno de los últimos en retirarla (en 1963).
Hoy en día vuelve a usarse, aunque con no poco cuidado y en el contexto de patologías bien distintas, en las que parece aportar algún determinado alivio: hablamos de algunas enfermedades reumatológicas y oncológicas, fundamentalmente.
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