Una de las discusiones teológicas más apasionantes de la historia de nuestra religión gira en torno a la siguiente cuestión:
"Tenian Adan y Eva ombligo?"
Lo cierto es que en la gran mayoría de las representaciones de nuestros primeros padres aparece un ombligo en la parte central de sus abdómenes, pero si no nacieron de una mujer, por qué habrían de tener ombligos?...
Aún así, es raro encontrar representaciones de los habitantes del Edén en las que se les pueda ver sin él, hasta el punto de que casi habríamos de servirnos de unos Play Móbil, para conseguirlo...
En su libro Gosse intentaba reconciliar esa clara contradicción entre el Génesis bíblico y el registro fósil. Si Dios había creado a Adán y Eva con ombligo, implicando un parto que jamás había tenido lugar, ¿no podía, con la misma facilidad, haber creado un registro de historia de la vida en la Tierra que jamás había existido, excepto en la Mente Divina?... Comprendió que no era sólo una mera cuestión de ombligos: Adán y Eva tenían huesos, dientes, pelo, uñas y toda clase de órganos que contenían evidencias de un crecimiento anterior.
Concluyó que si Dios creó la Tierra tal como se describe en la Biblia, debió crearla como una “empresa en funcionamiento”. Con esta argumentación ya se podía explicar todo: las huellas de pisadas de animales prehistóricos, la lenta erosión, el plegamiento e inclinación de los estratos, los fósiles, los círculos concéntricos del tronco de un árbol, las líneas de crecimiento de las conchas, el ombligo de Adán y Eva, etc.
Lo realmente extraordinario de este libro es que se anticipase, en su comprensión del tema, al que sería la biblia de la Evolución, ya que "Ónfalo" se publicó dos años antes de aparecer "El Origen de las especies" de Darwin.
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