Hoy les hablo de una familia de granjeros, de los que sus siete hijas (Isabella, Grace, Naomi, Mary, Dora, Victoria y Sarah), andaban descalzas y cuidando pavos, en la segunda mitad del siglo XIX. Más tarde, darían el salto al mundo del espectáculo, como cantantes y artistas de variedad, de escaso éxito, aunque fueron aclamadas por el prodigio de sus largas melenas. Y es que su madre les preparaba una loción de pésimo olor, a base de hierbas y a modo de tonificante del cabello.
Tanto les creció el pelo, que acabaron haciéndose muy populares, mostrándose en ferias y demás aglomeraciones, donde comenzaron vendiendo, primero su cabello, más tarde sus lociones, hasta el punto de que algunos medios, un tanto exagerados, llegaron a apodarlas como "La octava maravilla del mundo".
El último de sus remedios no contenía más que alcohol, aceite y agua, y es que a la señora Sutherland le dio por fallecer, llevándose a la tumba el secreto de su crecepelo original. Por otra parte: las nuevas tendencias trajeron e impusieron la moda del cabello corto, lo que también supuso una sacudida para sus negocios.
No obstante, nuestras hermanas ya se habían enriquecido, llegando a construirse una mansión en los terrenos de la granja familiar en la que residieron, salvo las dos que se casaron, el resto de sus vidas.