Existe en Portugal un aforismo popular que pregunta:
"¿Cual es el mejor negocio en Portugal?"...
La respuesta sería, según ellos:
"Una farmacia que venda mucho"...
Pero continúa preguntando:
"¿Y el segundo mejor negocio de Portugal?"
La respuesta a esta segunda pregunta, también según ellos, sería:
"Una farmacia que venda poco".
Admiro a los farmacéuticos, porque aún admitiendo con Jorge Manrique, que también ellos vivieron tiempos mejores, resulta impresionante el comprobar como se apiñaron siempre en torno a la protección de sus intereses y lo que consiguieron con tales posturas de proactividad reivindicativa.
El actual sistema respecto de la prescripción de crónicos ha permitido que una buena parte de los pacientes les sean deudores: "De esa tiene Ud. que hacerme dos, porque ya debo una en la farmacia", un sistema que -imagino- les ayuda a garantizar una mayor fidelidad entre su clientela: "A mí doña Mercedes me lo adelanta sin problemas, porque nos conocemos desde hace años"...
Hace unos días un paciente volvía a la consulta en éstos términos: "Tiene que hacerme Ud. nuevamente estas dos recetas, el farmacéutico me ha dicho que no sirven, ya que solo pone "comprimidos", en lugar de poner "comprimidos efervescentes". Es decir: el paciente había tenido que volver un día siguiente a la consulta, consumiendo otro hueco de una apretada agenda, para que el médico volviese a hacer unas recetas en las que únicamente faltaba el calificativo de "efervescentes".
Tal y como se concibe la cadena de nuestro sistema sanitario, al farmacéutico no se le otorga ni la autoridad para realizar algo tan nimio como el cambio que hemos descrito, tampoco se le exigirá la responsabilidad consiguiente; sin embargo, lejos de los demás, es el eslabón que económicamente sale mejor parado: no deben existir muchos boticarios que no alcancen a ingresar varias veces el sueldo mensual de un médico de Atención Primaria...
Así están las cosas: desde que se impuso la necesidad de especializarse, la carrera de Medicina duplica el número de años de cuantos son necesarios para hacer Farmacia; el médico asume la responsabilidad del diagnóstico y la que se deriva de la elección del tratamiento; por contra el farmacéutico no asume casi ninguna, tiene protegida la exclusividad en su territorio, y podrá contratar a quienes realizarán su trabajo (mancebos), mientras resulta impensable que un médico pueda tener una simple ayuda para el trabajo burocrático, cuanto más la idea de un: "Anda, niño, auscúltame a este hombre!"...
Lo confieso: ¡Cómo envidio a los farmacéuticos...!... Una envidia que, por supuesto y nunca mejor dicho, sería "sana"..."¡Qué remedio!"...
Admiro a los farmacéuticos, porque aún admitiendo con Jorge Manrique, que también ellos vivieron tiempos mejores, resulta impresionante el comprobar como se apiñaron siempre en torno a la protección de sus intereses y lo que consiguieron con tales posturas de proactividad reivindicativa.
El actual sistema respecto de la prescripción de crónicos ha permitido que una buena parte de los pacientes les sean deudores: "De esa tiene Ud. que hacerme dos, porque ya debo una en la farmacia", un sistema que -imagino- les ayuda a garantizar una mayor fidelidad entre su clientela: "A mí doña Mercedes me lo adelanta sin problemas, porque nos conocemos desde hace años"...
Hace unos días un paciente volvía a la consulta en éstos términos: "Tiene que hacerme Ud. nuevamente estas dos recetas, el farmacéutico me ha dicho que no sirven, ya que solo pone "comprimidos", en lugar de poner "comprimidos efervescentes". Es decir: el paciente había tenido que volver un día siguiente a la consulta, consumiendo otro hueco de una apretada agenda, para que el médico volviese a hacer unas recetas en las que únicamente faltaba el calificativo de "efervescentes".
Tal y como se concibe la cadena de nuestro sistema sanitario, al farmacéutico no se le otorga ni la autoridad para realizar algo tan nimio como el cambio que hemos descrito, tampoco se le exigirá la responsabilidad consiguiente; sin embargo, lejos de los demás, es el eslabón que económicamente sale mejor parado: no deben existir muchos boticarios que no alcancen a ingresar varias veces el sueldo mensual de un médico de Atención Primaria...
Así están las cosas: desde que se impuso la necesidad de especializarse, la carrera de Medicina duplica el número de años de cuantos son necesarios para hacer Farmacia; el médico asume la responsabilidad del diagnóstico y la que se deriva de la elección del tratamiento; por contra el farmacéutico no asume casi ninguna, tiene protegida la exclusividad en su territorio, y podrá contratar a quienes realizarán su trabajo (mancebos), mientras resulta impensable que un médico pueda tener una simple ayuda para el trabajo burocrático, cuanto más la idea de un: "Anda, niño, auscúltame a este hombre!"...
Lo confieso: ¡Cómo envidio a los farmacéuticos...!... Una envidia que, por supuesto y nunca mejor dicho, sería "sana"..."¡Qué remedio!"...
Interesante... pero zapatero a su zapato.
ResponderEliminarOligopolios decimonónicos… se ha dicho de notarios, registradores y farmacéuticos. Por comparación, el médico es un pobre proletario, víctima de su propia desunión (indirectamente lo has apuntado). Con más años de carrera y cargando con la máxima responsabilidad, actúa sumisamente de escribano. Cada vez con menos derechos y, por encima, a final de mes se le paga con recorte de salario. Mientras el boticario se lucra de lo público con su negocio privado. Esto es Hispania; para unos –los más–, tierra baldía, para otros, Eldorado.
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