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Hace pocos días conocíamos el fallo de la Academia Sueca respecto de la concesión del Premio Nobel de Medicina, de este año 2.010, al británico Robert Edwards.
Los trabajos de Edwards se relacionan con la fertilización “in vitro”, y junto a su colega Patrick Steptoe (fallecido hace ahora 20 años) hicieron posible -por primera vez en 1977- la concepción humana en el laboratorio. Para ello, procedieron a extraer el óvulo de una mujer que había sufrido una lesión en sus trompas de Falopio, y lo fertilizaron con esperma de su esposo en una probeta. El embrión resultante fue implantado en el útero de la mujer y nueve meses más tarde, el 25 de julio de 1978, el mundo asistió asombrado al nacimiento de Louise Brown.
Bautizada por la prensa como “el primer bebe probeta”, Louise se convirtió en la primera de una verdadera legión de niños que lograron ser concebidos gracias a este sistema. Millones de parejas consiguieron alcanzar el sueño de ser padres.
En aquella época la técnica desarrollada por este científico desató una enorme controversia, sobre todo en algunos fieles de la Iglesia Católica que veían en ella una “violación” a un principio enunciado por Pablo VI conocido como “Humanae Vitae”. Fue Juan Pablo I, en su brevedad, quién trajo tranquilidad a los fieles al pronunciar la histórica frase “Siguiendo el ejemplo de Dios, que quiere y ama la vida humana, yo también envío mis mejores deseos para el bebé. En cuanto a los padres, no tengo derecho de juzgarlos; subjetivamente, si actuaron con buenas intenciones y de buena fe, pueden incluso tener un gran mérito ante Dios por lo que han decidido y pidieron a los médicos en hacer”.
Treinta años más tarde, la fecundación in vitro constituye una forma de superar la infertilidad utilizada sin prejuicios a lo largo y a lo ancho del mundo. Hoy se calcula que cerca de 5 millones de seres humanos han nacido gracias a los trabajos de Edwards.
San Ramón Nonato |
El primero de estos "individuos probeta" que consiga ser santificado merecerá el apelativo de "Non engendratum", como en su día -allá por el siglo XVII- a San Ramón, el santo catalán del siglo XIII, se le beatificó con el apelativo de Nonato (Nonnatus), únicamente por el hecho de haber nacido por medio de una Cesárea.
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