domingo, 17 de diciembre de 2023

Amarilleando

 

A todo observador le resultará sencillo concluir, tras la observación de unos cuadros de Van Gogh, el indudable protagonismo del color amarillo, presente en la gran mayoría de sus lienzos, sean estos retratos, paisajes o se refieran a otras temáticas. 

El paso del tiempo, de por sí y en parte, podría explicar el empacho de amarillo de sus óleos, y es que al envejecer, el barniz amarillea y los pigmentos se degradan. 

Pero encontramos la auténtica causa en una medicina, concretamente la digitalis purpúrea, un medicamento con el que antaño se combatían las crisis depresivas y maníacas, y del que resultaba fácil intoxicarse, dado su escaso margen terapéutico. 

Uno de los efectos secundarios de la digitalis era la xantopsia, una alteración de la percepción de los colores, por la que los pacientes tendían a verlo todo de una cierta entonación amarillenta: con lo que Van Gogh se limitaba a pintar las cosas tal y como las veía. 

Alteraciones parecidas se producen también por el consumo de otros fármacos, como la Viagra de nuestros días, que puede rodear con un halo azul las imágenes de quien la toma.  Y, sin salirnos del mundo de la pintura, recordaremos los cuadros que delatan la patología de otro pintor: el astigmatismo que padecía El Greco y por el que pintaba, a todos los protagonistas de sus cuadros, alargados y delgados.



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