lunes, 23 de agosto de 2021

Abanicando problemas



-. Doctor, me duele aquí, en la parte delantera del muslo, cerca de la rodilla…
-. Ah!... ¿Y desde cuando le duele?
-. Ufff… Yo diría que hace unos tres meses, o casi…
-. ¿Ha tomado algo?
-. No, porque verá Ud… El caso es que cuando me paso la mano, como abanicándome el muslo... Así, de esta manera, ¿ve Ud.?... ¡Se me pasa enseguida…! ¿?

Créanme, no resultan nada infrecuentes las consultas que, como la que me plantearon la pasada semana, bien podrían agruparse bajo el epígrafe de surrealistas… 

Problemas y pacientes que, como en este caso, te llevan a echar de menos la figura del chaman o del brujo, al que poder remitirlos mediante el pertinente interconsulta…




domingo, 22 de agosto de 2021

La Acabadora


La historia que hoy os cuento, que viene a sumarse al compendio de “Historias de la Medicina” que fui recogiendo a lo largo de no pocos años, resulta ciertamente sobrecogedora…

Afortunadamente aquí y hoy no es así: pues contamos con el lujo que supone disponer de equipos especializados, de sus visitas al domicilio de aquellos que se encuentran en el trance de requerir lo que se dio en llamar cuidados paliativos o terminales, acompañándoles en el recorrido de los que habrán de ser los últimos tramos de sus vidas…

Admito que más parece una narración de terror que otra cosa… Un cuento que, con el pretendido beneplácito por la redundancia, os cuento en momentos en los que, en nuestro país, aún no pasaron muchas semanas desde la aprobación de la Ley Orgánica de Regulación de la Eutanasia (fue en marzo/2021).

El escenario es la isla de Cerdeña; el momento, un antaño que finalizará en el siglo XIX… La Acabadora era una mujer que ayudaba a morir a la gente, en el medio más rural de esta provincia italiana. Cuando era requerida, acudía a la casa en la que alguien agonizaba y donde, tras la celebración de un elaborado ritual, consolando al moribundo, recostaba su cabeza sobre un yugo… Un quiebro en las cervicales bastaba para acabar con su vida.

Fue ésta una práctica habitual, de la que hoy queda la tradición de tallar un pedacito de madera en forma de yugo, con la que los sardos acuden a la misa del Jueves Santo, para, colocándolo después bajo la almohada de algún familiar agonizante, desearle un buen final.

La Acabadora vestía siempre de negro… Pedía salir a todos los familiares que se encontraban en la sala del enfermo y que se escondiesen todas las imágenes y objetos religiosos.

Ya lo imagináis: esta práctica perseguía acabar con el sufrimiento del enfermo, aliviando el peso de las familias cuya pobreza, hacía casi imposible atender al cuidado de sus necesidades.

Con frecuencia, la Acabadora ejercía también el contrasentido de ser la matrona del lugar, o “mastra de paltu”, con lo que no sólo acababa con la vida de algunos, a otros les ayudaría a nacer…

Desde hace más de diez años, en Luras (Cerdeña), se abrió al público el Museo Galluras, famoso, entre otras cosas, por mostrar el martillo de una de estas mujeres…

La acabadora es también el título de una novela, de la escritora sarda Michaela Murgia, que cuenta la historia de una de ellas, a través de los ojos de una niña huérfana a la que adoptó.



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