martes, 30 de septiembre de 2014

Para llorar...




Once de la noche, en el servicio de urgencias de una localidad de los alrededores de Madrid:
-. Buenas noches... Dígame Ud., ¿en qué podemos ayudarla?
-. Pues verá Ud. Doctor, es que me ha salido una cosa en el ojo.
-. Sí, dígame, ¿a qué se refiere exactamente?
-. Mire... aquí... a esto.
-. Pero ese es el orificio del conducto lagrimal, es absolutamente normal, todos lo tenemos y por partida doble, en los dos ojos.
-. ¡No Doctor!. A mí esto me ha salido hace poco. Yo antes no lo tenía.
-. Que sí mujer, hágame caso: lo que Ud. consulta no constituye un problema, es la normalidad misma.
-. Doctor, yo sé lo que me digo: antes no lo tenía.
-. A ver; venga Ud. conmigo, por favor.

Salimos de la consulta y acompañé a la paciente hasta el cuarto de baño. Allí tenemos un espejo de pared, colocado sobre el lavabo:
-. Mírese Ud. bien los dos ojos... ¿Vé como lo tiene en los dos?
-. ¡Aaaaaaanda!. ¡Pero si es verdad!

La anécdota del otro día, individualmente considerada, no pasaría del momento simpático... Lamentablemente cosas así son harto frecuentes, no tienen horarios y con alguna frecuencia no provocan una, sino varias consultas.

En el contexto de cuantas cosas vienen ocurriéndonos en torno a la hiperfrecuentación de un buen número de usuarios, no harían más que señalar con el dedo a la más que probablemente errónea "barra libre" que caracteriza a nuestro sistema.



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